El comienzo de una absurda aventura... O no. (Versión para móviles)

Era una noche tormentosa y oscura que le habría supuesto un gran problema Marakisandra si no llega a ser porque se había quedado dentro de la casa de sus padres al ver el nubarrón que se le venia encima. Según la previsión del tiempo en toda Sardinia iba a haber fuertes lluvias durante varios días y ella, como toda persona en su sano juicio, había decidido quedarse en su casa con el pijama puesto y la máxima comodidad posible.

No hacía mucho que había decidido ser aventurera. Y es que últimamente en ciudad no había nada que hacer. Todo era tedioso y repetitivo. Siempre lo mismo. Así que una noche de domingo. Cuando estaba acostada en su cama con el pelo por encima de la cara y pensando en todo y en nada a la vez se le ocurrió una brillante idea. "¡VOY A SER AVENTURERA!" pensó Marakisandra sin ningún miramiento por las consecuencias que esa decisión llevaría a su vida diaria. Se quedaría sin amigos, no volvería a ver a su familia, y todas esas chorradas que a ella le importaban bien poco a cambio de la sabrosa sensación de tener algo nuevo que hacer todos los días. A saber que grandes aventuras le esperarían.

A la mañana siguiente, cogió una mochila grande y metió todo lo que consideró importante para la aventura. Todos aquellos aparatos típicos de la exploración como un mapa, una brújula o una simple linterna fueron cambiados por su móvil de gama baja y un cargador solar. Por lo demás, se podría decir que su mochila estaba completamente vacía.


Como no lo consideró importante, salió de su casa así como estaba. Pero nada más poner fuera un pie volvió a meterse dentro como si un muelle le hubiese golpeado en la cara. "¡Qué frio!" pensó nuestra ingenua protagonista. Y es que ir por ahí en manga corta y shorts cuando fuera hace una temperatura media de 10º C hace que te entre un resfriado de los buenos. Este era un riesgo que no se iba a poder permitir. "Ya no es verano. ¿En que estás pensando?" se dijo a si misma nada más cerrar la puerta tras de sí.

-¡Te dije que te abrigaras! - Le soltó su madre que estaba tumbada en el sofá de la casa desde donde se puede ver perfectamente la puerta que da a la calle. - Si luego te resfrías no seré yo quien te cuide. ¡Que lo haga tu padre que para eso es el favorito!

Favoritismos y otras discusiones se habían estado llevando a cabo unas días atrás. Pero seguramente todo volvería a ser como antes cuando Marakisandra volviera de sus aventuras.

- ¡No me voy a resfriar Mamá! Si ahora venía a ponerme un abrigo...

Un abrigo. Sí. Y ya que estaba un cambio de vestuario completo. Se cambió su ropa de estar por casa cuando hace calor con la que tenía intención de salir a la calle en un principio por una ropa algo más decente para su misión. Se puso una camisa de cuadros de manga larga con una camiseta térmica debajo, un abrigo marrón y muy cómodo que le habían regalado las navidades pasadas, unos vaqueros grises que tenía por ahí tirados y unas botas marrones a juego con el abrigo que se tuvo que poner a falta de un calzado más cómodo que fuese impermeable. Además, guardó algunas mudas en la mochila.

"Vale. Ahora sí." Se dijo a si misma Marakisandra cuando terminó de fisgonear en su armario. Se sentía muy convencida. Esta vez si que podría salir sin ningún contratiempo. Con todo esto en mente cogió la llaves de su casa dispuesta a salir a correr cuando los gritos de su madre volvieron a sobresaltarla.

- ¡Mara, ¿has cogido comida y agua?!

Una gran pregunta. Claramente. Con una cara de fastidio de las que no se ven todos los días, dejó las llaves de vuelta en su sitio y se fue a la cocina para prepararse algunos bocadillos y para coger algo de agua. Mientras los preparaba podía oír a su madre relatando desde el salón mientras veía su serie de policías en la tele. Que si la casa no iría a ninguna parte si no estuviera ella allí, que no sabía que pasaría si no recordara las cosas cien veces... Cosas normales.

Una vez terminada su labor con los bocadillos, se fue rauda a la puerta para volver a intentar salir, pero se llevó otra fastidiosa sorpresa más. Su padre acababa de volver de visitar a su madre (es decir, la abuela de Marakisandra).

- ¡Buah! No veas que pedazo de nubarrón se acerca por ahí... - Se fijó entonces en su hija que estaba allí al lado con la llave en mano. - Mara. ¿A dónde vas?

- ¡Dice esta que se quiere ir de aventuras! - Dijo su madre desde el salón antes de que ella pudiera responder.

- ¿De aventuras? ¡Buah! No vas a durar ni dos días. Y con la que va a caer menos aun.

- No me arrebates mis sueños, Papá. - Dijo Marakisandra indignada por la poca fe que tenía su padre en ella en ese mismo momento.

- Calla, calla. Ve a sacudir tu alfombra. ¿Cuánto tiempo hace que no la sacudes?

- Eh... ¿Desde ayer?

La extraña propuesta de su padre no la sorprendió en lo más mínimo. Ya había estado haciéndolo desde la estación del calor. "Si tienes una alfombra tienes que sacudirla" decía él. Y es que a Marakisandra le gustaba apoyar sus "hermosos" pies en esa preciosa alfombra también marrón y con muchos pelitos que tenía en su cuarto.

- ¡Hazle caso al favorito, que para algo lo es! - Gritó la madre desde el salón.

- ¡Ya te he dicho que no es el favorito. Que os quiero por igual! - Dijo Marakisandra asomándose por el umbral de la puerta.

- ¡Mentira!

- ¡Mara, sacude tu alfombra! - Le dijo su padre desde atrás.

- ¡Que sí. Que ya voy!

Con una cara de fastidio peor que la que tenía cuando fue a preparar los bocadillos enrolló la dichosa alfombra y se fue al patio a sacudirla. Desde allí pudo ver un nubarrón negro de los gordos y como salía un rayo de una esquina de la nube y la recorría entera sin que este llegara a tocar el suelo. Tal vez su padre tuviera razón. No era el momento idóneo para salir de aventuras si no quería mojarse.

Y así llegamos al principio de este capítulo. Hay una tormenta fuera. Marakisandra se ha quitado su ropa de aventura y la ha dejado sobre la silla. Y ahora está con un pequeña consola de videojuegos jugando a ella sabrá que. "He hecho bien en no salir ahora" pensó para si misma. Y definitivamente tenía razón. Toda la razón del mundo. Miró por la ventana de su cuarto y vio como un fuerte torrencial caía sobre su pobre patio. Y también se oían muchos truenos. Todo esto era muy relajante para Marakisandra que amaba oír la lluvia por las noches (como prácticamente todo el mundo).

En todo esto pensaba por la noche cuando una molesta sensación de dolor le llegó a su vientre. "Oh. No puede ser." pensó con la enésima cara de fastidio que había hecho aquel día. Justo en ese momento estaba comenzando ese suceso que cada mes le hacía replantearse si realmente su cuerpo estaba bien diseñado. Y como no pensaba salir de aventuras cuando se avecinaba la regla, y mucho menos lloviendo, decidió que se quedaría en casa hasta que todo el torrencial de mala suerte que le estaba cayendo encima desapareciera.

Así terminan las aventuras domésticas de nuestra flamante protagonista. ¿Conseguirá Marakisandra salir de su casa de una vez? ¿Podrá ir de aventuras sin ningún contratiempo? ¿O en cambio todas sus experiencias estarán rociadas de una suerte similar a la que ha tenido hoy? Todo esto lo descubriremos en el próximo capítulo. No os lo perdáis.



Imagen de serpiente constipada de regalo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cómo jugar Lepsi y Lepsi 2 en móvil (Android)

Tutorial: Cómo instalar Lepsi y Lepsi 2