El comienzo de una absurda aventura. Pero ahora sí. (Versión para móviles)

Pasaron ya cinco días desde que Marakisandra decidió ser aventurera y durante ese tiempo no había hecho gran cosa. Aprovechando que a sus dieciocho años ya había terminado la secundaria y que aun no había empezado la universidad por el año sabático que se quería pegar, todo el tiempo que estuvo la tormenta rondando por encima de su casa ella lo pasó debajo de una manta mirando la tele o con esa consola de videojuegos que tiene. Así aprovechó para enterarse de los caprichos de aquel tiempo que hacía últimamente, para hacer un plan de los sitios a los que iría en sus aventuras y para recuperarse del resfriado que había pillado el día que había intentado salir a la calle en manga corta. Mirando positivamente toda aquella situación, al menos ya tenía todo lo que necesitaba preparado; esa ropa para el frío, la comida, el agua, el móvil que sirve para todo... Y una navaja multiusos que encontró en un cajón de la cocina. Todo ello metido en una mochila bastante cómoda de llevar.


Pues como iba diciendo., ya habían pasado cinco días. Marakisandra ya llevaba un buen rato en su patio fisgoneando el cielo para ver si había alguna nube más oscura de la cuenta o si hacía más frío del necesario. Cuando se sintió satisfecha con sus estudios del clima y el ambiente se metió dentro de casa y empezó a reflexionar mientras miraba a la nada sentada en su cama dispuesta a irse en cualquier momento.

"Vale, pues no parece que haga mal tiempo. Repasemos. Tenemos el agua, el bocadillo, el móvil, el cargador del móvil, la navaja que no es suiza (ya me gustaría), el otro bocadillo y la ropa puesta. Bueno, parece que está todo en su sitio. Ya tocará irse."

Salió de su casa no sin antes despedirse de su madre ("Volverás en menos de dos días" le había dicho para animarla) y se dispuso a empezar sus aventuras. La noche anterior había decidido que, ya que su ciudad era una bastante grande y nunca había tenido la oportunidad de explorarla entera empezaría por ahí y después se iría a otros lugar para explorar. Un gran plan, ¿verdad que si?

A todo esto, también es importante mencionar que durante la noche anterior había decidido que se empezaría a apodar Satsky Rut a pesar de que ese nombre era uno completamente falso. ¿Por qué? Pues por dos razones: 1. No le gustaba su nombre original, era demasiado largo. Tampoco le gustaba su apodo de "Mara". Y 2. Si por algún casual le pasaba algo raro preferiría conservar su identidad en secreto.

Y dicho todo esto, Satsky (como la llamaremos a partir de ahora) empezó oficialmente sus aventuras. En primer lugar empezó a pasear por la zona centro de la ciudad. Vio coches caros, mucha gente con pinta de tener muchos problemas que resolver, varias personas haciéndose los románticos dentro de una cafetería. Hasta llegó a ver un instituto lleno de adolescentes que en vez de tener de trece a diecisiete años parecían tener todos veinticinco. Y como no, una chica mala le tiraba los libros a otra con gafas y un chico guapo la ayudaba a recogerlos. Satsky se sorprendió de la cantidad de clichés que estaba viendo en un mismo sitio.

- Todo esto está ya muy visto. - Se dijo en voz baja mientras observaba como el chico guapo y la que debería estar haciendo el papel de nerd se lanzaban una intensa mirada. - Tengo que ir a otro sitio.

Y no se le ocurrió mejor sitio que ir a la zona de los callejones. Ese sitio donde se juntaban las bandas de moteros de los chicos guapos y alguna que otra chica. Así podría explorar todos los rincones de sus ciudad de novela antes de irse de allí para ver otras cosas.

Caminaba despacio por los callejones, estando alerta ante cualquier cosa extraña que pudiera aparecer. Por allí podría aparecer cualquier cosa. De momento ya había encontrado una rata mordisqueando un trozo de pizza, a un señor anciano caminando aun más despacio que ella con un bastón (algo realmente raro de ver) y también algunas prendas de ropa como una chaqueta de cuero en el suelo que alguna pareja habría tirado allí después de haber hecho cosas guarras. Desde su perspectiva no sabía decir si era de chico o de chica. De todas maneras, no era asunto suyo.

Llegó a un callejón sin salida. Este estaba cerrado por un muro con una puerta que daba al interior de una casa que parecía ser antigua (al menos la puerta lo era) y en uno de los lados había un contenedor de basura que por alguna razón estaba completamente vacío. Satsky anduvo unos pasos hacia la puerta para leer el cartel que había encima. En este ponía "Remedios, pócimas y mejunjes". ¿Qué estaría haciendo una tienda de remedios, pócimas y mejunjes en un callejón oscuro de su ciudad? Buena pregunta, pensaba descubrirlo. Satsky acababa de encontrar algo inusual en su ciudad. Ese era el momento de saber que era aquella tienda. Tal vez nada más entrar alguien le diría que es la elegida de vete tu a saber que o que tendría que irse a guerrear con algunos monstruos. Pasaría de estar en una zona de novelas de amor a una de fantasía. No estaba mal.

Y justo en ese momento oyó el rugido de una moto que se estaba acercando. Satsky soltó un suspiro de cansancio y se dio la vuelta para ver que, efectivamente, se estaba acercando una moto.. Así que ella se apoyó en uno de los muros de brazos cruzados para ver que pasaba (seguramente algo muy predecible).

La moto aparcó al lado suyo y de está bajó una persona algo más alta que ella. Llevaba una chaqueta de cuero desabrochada, una camisa, unos pantalones vaqueros azules y unas zapatillas converse negras (un clásico). Se quitó el casco y dejó entrever un precioso pelo oscuro recortado a la perfección y sus ojos negros como el carbón. Viéndolo así de primeras parecería el tío más guapo del mundo. Pero no hay que bajar la guardia.

- ¿Qué hace una chica como tu en un lugar como este? - Le preguntó el tío mientras apoyaba el casco en la moto. - Este es un lugar peligroso.

Satsky, por suerte, ya venía preparada para alguna ocasión así. Sabía perfectamente como contrarrestar chicos idílicos como aquel. Ya era algo común.

- Te estaba esperando.

Mr. Idílico se quedó extrañado ante esa respuesta. No era lo que solía oir. Sin embargo, él no se iba a dejar ganar tan fácilmente.

- ¿Y para eso te vienes a este sucio callejón? - Le dijo mientras apoyaba su brazo justo al lado de su cabeza de Satsky

- Bueno. Si no hubiera venido... No te hubiera encontrado.

Mr. Idílico se ruborizó. Satsky estaba consiguiendo su propósito. A continuación, procedió a acariciarle una de sus suaves mejillas.

- ¿Cuántos años tienes? - Le dijo ella mirándolo a los ojos.

- Dieciséis. ¿Por qué?

- Oh. No. Por nada. - Tenía dos años menos que ella, pero aun así parecía tener nueve más de los que aparentaba. Pasó al siguiente paso de su plan. Dejó de acariciarlo, esquivó su brazo y se puso detrás de la moto. - Que bonita es. Te habrá costado un ojo de la cara.

- No. Me la regaló mi padre por mi cumpleaños. Es rico y quiere compensar que no esté nunca conmigo regalándome cosas caras.

Definitivamente era un clásico de entre los chicos guapos motociclistas. Y tenía dieciséis, por tanto... "Un momento, ¿Qué hora es?" Pensó Ella. Sacó su móvil del bolsillo y miró la hora. Ahora mismo él debería estar en un instituto y no allí perdiendo el tiempo.

- Vaya, que... - Empezó el Mr. Idílico al ver el móvil. Pero Satsky no le dejó acabar.

- ¡Chist! Calla. ¿No deberías estar en el instituto? - El chico le iba a responder pero ella se adelantó. - ¿No sabes que si no vas no serás nadie en la vida? ¿Eh?

Él estaba sorprendido. Nunca en su vida como don Juan le habían dicho eso. ¿Qué debería hacer?

- ¡No voy al instituto! - Dijo este en un inútil intento de excusarse.

- ¿Cómo que no? Si me has dicho que tenías dieciséis. Deberías estar aburriéndote en una clase y no aquí perdiendo el tiempo.

- ¿Y tú? ¿No deberías estar tu también? - El chico no sabía como reaccionar bien ante aquel inesperado giro de los acontecimientos. Optó por ponerse a la defensiva.

- Yo ya lo he acabado, cascarillo. - Le dijo mientras le daba una palmada en la mejilla.

- Pero... ¿Cuántos años tienes tu?

Aquel era el momento idóneo para echar a aquel chiquillo de allí. Ella tenía dieciocho, sí. Pero por allí todos entre trece y veintinueve años se parecían mucho. La mejor opción era ponerle una edad superior.

- Oh. ¿Yo? Veintisiete.

EL chico la miró con la boca abierta. Ni en broma iba a querer salir con alguien que tenía más de diez años que él.

- Bueno, en ese caso... Sí, me iré al instituto.

Se puso el casco con cara de indignación y se fue en su moto. Mientras Satsky lo miró orgullosa de si misma. Después de la mala suerte de hace unos días aquello había sido todo un logro.

Y dicho esto se dio la vuelta y entró por la puerta misteriosa de las pócimas. ¿Qué se encontrará Satsky allí dentro? Eso lo descubriremos en el próximo capítulo.






Imagen de cerebros corredores de regalo.

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